En el Perú, al igual que en otros contextos latinoamericanos, se evidencia una creciente tendencia hacia la pluralización del campo religioso, la cual se puede constatar no solo por la variedad de discursos, prácticas y rostros religiosos en las ritualidades políticas y sociales, sino también por la cada vez más activa presencia e incidencia de actores religiosos en diversos campos de la esfera pública.
En este escenario se puede observar el reposicionamiento no solo de las ritualidades religiosas, sino también de nuevas formas de interacción y participación de las denominadas Organizaciones Basadas en la Fe (OBF) en las instancias y los espacios públicos. Las nuevas expresiones públicas de la religión evidencian precisamente un intenso pluralismo interno, y también las tensiones entre las diferentes posiciones teológicas y políticas respecto al abordaje de los problemas sociales, la afirmación de su rol en la esfera pública, así como en relación con el modo en que buscan legitimarse y construir su representación en las instancias del poder político.
Esto es precisamente lo que observamos en el caso de los actores evangélicos, que por su diversidad de representación se pude constatar diversas modalidades de apropiación de lo público. Una de ellas podríamos denominarla como la incidencia pública movimientista, en el que ubicamos a grupos vinculados al campo evangélico que se insertan en instancias y espacios de la sociedad civil para influir en la agenda y las políticas públicas. En este caso se pueden observar iniciativas tanto desde el sector progresista como desde el ala conservadora anti-derechos.
Los sectores evangélicos anti-derechos se apropian desde la lógica religiosa defensiva, en la que se ubican aquellos actores que despliegan una suerte de batalla moralizadora, frente a los discursos y prácticas que contrastan con su agenda conservadora. Este es el caso de aquellos que se agrupan alrededor del Movimiento Con Mis Hijos No Te Metas (CMHNTM) y los otros movimientos construidos desde esta misma lógica, cuya agenda gira en torno al rechazo de las políticas estatales en favor de los derechos, especialmente vinculadas a la equidad de género y los derechos sexuales y reproductivos.
A diferencia de los grupos que conciben la incidencia pública como una estrategia para conquistar el espacio público y apropiarse del poder político desde la perspectiva de la construcción exclusiva de una determinada agenda moral religiosa y la activación de la denominada protesta confesional, los actores evangélicos que forman parte de una vertiente del progresismo religioso asumen lo público como el espacio no solo de construcción y legitimación de una lógica profética de actoría ciudadana, sino también como el lugar de construcción de un tipo de acción colectiva contestataria, en el que la actuación pública religiosa tiene un componente ecuménico, en el sentido de la interacción que se construye tanto a nivel de la comunidad intereclesial o interreligiosa como de la sociedad civil más amplia.
Este ecumenismo se construye desde la perspectiva de la búsqueda del bien común, el acompañamiento y defensa de las víctimas de las violencias y la lucha contra el atropello de los derechos.
En este sentido, estos actores participan en las iniciativas ciudadanas desde las instancias de la sociedad civil a partir de la asunción y la comprensión de un tipo de creencia religiosa que se conecta con la defensa de los derechos y que asume, como sostiene Boaventura de Sousa Santos (2014), que el dios en el que se sostienen se revela en las situaciones de injusticia y en las luchas de resistencia que promueven.
El modo en que estos actores se apropian de la esfera pública y participan en las instancias de la sociedad civil implica la construcción de un tipo de agencia político-religiosa que hace que se constituyan en lo que Nancy Fraser (1990) denomina “contrapúblicos”, en tanto que posibilita la asunción de roles contestatarios desde el lugar de lo excluido, y en este proceso se hacen parte de un público más amplio, poniendo en juego su potencial emancipatorio en favor de los derechos.
En suma, el caso de los actores y grupos evangélicos que se apropian de lo público desde la lógica de la defensa de los derechos no solo confirma el proceso de revitalización y reposicionamiento de la religión en la sociedad y las diversas formas de interacción pública, sino que además nos permite apreciar un tipo de actoría religiosa que interviene en el espacio público desde lógicas distintas a aquellas que se afirman en el conservadurismo anti derechos. Lo que observamos en las prácticas de este sector de evangélicos progresistas es la configuración de un tipo de actor religioso que se apropia del espacio público desde la lógica de un tipo de participación política que contrasta con la separatista y autoritaria y se manifiesta desde una suerte de fe cívica y ecuménica (Mallimaci, 2014). De este modo, lo religioso se instituye como una instancia de construcción de ciudadanía, que tienen repercusiones tanto en la sociedad política como en la sociedad eclesial, desafiándola a construir una iglesia afirmada desde la pluralidad, desde lo ecuménico y la defensa de todos los derechos.
Por: Rolando Pérez V.
Referencias:
Santos, Boaventura de Souza (2014). Si Dios fuese un activista de los derechos humanos, Madrid, Trotta.
Fraser, Nancy (1990). Rethinking the Public Sphere: A contribution to the critique of Actually
Existing Democracy, Social Text, 25. pp. 56-80.
Mallimaci, Fortunato (2014). La continua construcción política de identidades múltiples desde
lenguajes, símbolos y rituales religiosos en las naciones latinoamericanas. Buenos Aires, CLACSO.
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